Por: Gus Calvo
La tormenta estaba tomando apogeo en la Bahía de las
Animas, los rayos y truenos se podían oír y ver a lo lejos, casi en el nuevo Hotel
Caribe que estaba en una de las isletas metida en la bahía. Las olas estremecían
la tierra y a lo lejos en el sector de las murallas José Ignacio Villazón estaba
corriendo hacia la Iglesia de San Pedro Claver para buscar resguardo de la
lluvia.
“Alguien ábrame la puerta por favor” Golpeo en el
convento que estaba anexo a la iglesia, pero nadie le respondio.
“ !Soy un pobre hombre en un busca de refugio hasta
que la tormenta pase!” Pero nadie respondió. La visibilidad era muy pobre, y
con el ruido de la tormenta lo mas seguro es que nadie lo podía oír en las
premisas. Por un momento pensó que de pronto las hermanas no le iban abrir por algún
voto de castidad en lo que los hombres no tenían permitido entrar.
La tormenta seguía empeorando, y al parecer iba a
llover por un par de horas, pensó que de pronto podría resguardarse bajo la
puerta de la iglesia que era la suficientemente grande y arqueada, pero se percató
de manera tardía que la lluvia estaba pegando al lado de los muros.
No sabia que hacer, y no quería salir debido a los
rayos. En su estupor cuando iba a volver a la puerta del convento, se percato
de una mujer vestida de blanco, de las más exquisitas telas traídas del oriente,
perfectas tes morena, y unos ojos verdes que parecían desafiar las leyes de la física.
En sus manos llevaba un bulto cubierto, parecía un encargo, pero nadie iba a
cubrir una parcela con telas tan costosas.
La mujer no se percató de José, y se acerco a la
puerta, siempre mirándola fijamente con esos ojos verdes que parecían esmeraldas
satánicas, se paro con una pose desgarbada y saco su mano de entre las fundas
que llevaba, era una mano esquelética la cual le hizo dudar a José que si de
pronto él había muerto.
“Si me vienes a llevar, no estoy listo, mi vida ha
sido un suspiro en estos 22 años, perdonadme mis pecados antes que me lleves al
otro mundo” Susurro Jose entre sus mas profundas lamentaciones.
“Santo Padre Celestial, ¿Qué es esta abominación?”
La mujer dejo caer el bulto para que esta mostrara el cadáver
de un infante de apenas unos pocos meses de nacido.
“¡Déjenme entrar! Mis hijos, mi hijo, mis retoños han
muerto, necesitan la bendición del Padre Carrasquilla” La cara de la mujer empezó
a transformarse en una calavera que derramaba lagrimas de sangre.
“Este sufrimiento de una madre, en no poder subir y
ver a la divina providencia es un castigo divino” Él bebe empezó a parpadear y José
le vio esos ojos rojos que parecían haber visto el mismo infierno y la cara de Satanás.
La mujer seguía llorando mientras golpeaba la puerta. José no dudo mas y salió corriendo
de la puerta de la iglesia, volvió a tocar de una la puerta del convento dando
gritos de ultratumba.
Una hermana de apellido Rodríguez se apiado de él,
pero más fue coincidencia ya que estaba pasando por la entrada y oyó los gritos
de miedo. Ella se sorprendió al ver al pobre hombre, pero su atención se cambio
cuando vio a la mujer que daba gritos de dolor en la entrada de la iglesia.
“Pase mi buen hombre, usted esta entre nosotros los
vivos, esa pobre alma en pena si usted sigue al lado de ella, se lo llevara al
infierno”
José se tranquilizo y le pregunto a la hermana ¿quién
era ella?, y la hermana con una sonrisa le contesto “La llorona, viene con la
lluvia y se va con ella misma.”
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